06 febrero 2010

Era


Al  inicio de la era de la oscuridad a la ilusión le quedaba una única alternativa vagar o morir.
Pues fue una oscuridad acompañada de acontecimientos tan amargos que posibilitó la derrota de un existir.
Durante esa temporada la noticia se repetió con un torbellino de gritos devastadores, personas de mi generación viviendo hoy, y por la mañana, sobre sus cadaveres, reposaban sordamente los testigos de sus historias.
Es la elixis de la fragilidad humana, del desperdicio de los latidos del corazón, y de la abundancia, sí de la abundancia de los arrepentimientos.  
Es una era llena de neblina donde el futuro nos cierra un guiño y juega a las escondidas hasta que amanezca, o hasta que los sobrevivientes oscilantes decidan poner un pie sobre el suelo aún frío y  se propongan vencer todos esos fantasmas que los rodean y los amarran de pies a cabeza a una cama destendida con sus cobijas y con hedor a desesperación
Es un escalofriante viaje de la mano de Morfeo, donde nos dibuja una y otra vez el boceto de ese final inevitable para todos y cada uno de nosotros; y en cada parada (durante esta era han sido ya más de una) el quitarnos el sombrero por todas esas almas que nos abandonan y nos hurtan todos nuestros recuerdos se convierte en una formalidad obligatoria.
Y peor aún  en este espacio desolador existe cabida para la ironía y la incomprensión, cuando en uno de sus intervalos,  un sujeto decidió comprar un boleto con su propia mano y pedir un aventón hacia aquel lugar donde nos juran la eternidad.
Es la era de la oscuridad donde las sonrisas se borran, y la soledad se revuelve con el temor, con la ira, con el pesimismo y nos envuelve como una capa sobre las espaldas.
Allá en la lejana colina, el sol vuelve a calentar los rostros, vuelve a secar los ríos de dolor, y vuelve sobre todo a recordarnos que el ayer ya pasó, y al vislumbrar un rayo de luz sobre las ventanas, surge un pensamiento en el horizonte, una leve sospecha de que quien nos embistió fue un eclipse que en definitiva cegará a todo aquel que lo observó directamente... pero sin duda de una manera parcial,  permitiendole observar al menos el brillo de un nuevo amanecer.